ARQUITECTURA ONÍRICA
Goethe expresaba muy poéticamente que "soñamos para no dejar nunca de ver", Nodier se atrevía a afirmar que el sueño era "el estado más lúcido del pensamiento" y para Hölderlin, "el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando reflexiona". Gracias al sueño es como se descubre la parte más profunda de todas nuestras analogías y lo que permite adentrarnos con fuerza en las fuentes mismas de la vida fisiológica. Hay que señalar que aunque el Romanticismo hizo del sueño un elemento clave para conocer la naturaleza más profunda de la existencia del ser humano, quien realmente convirtió el inconsciente y los sueños en un elemento fundamental de investigación fue el psicoanálisis. Su mayor representante, Freud, consideraba el sueño como la vía más importante hacia las fuerzas subterráneas que determinaban los actos fallidos en la vida cotidiana y analizaba las fuentes de los sueños con la única función de sustraerlos al juicio crítico del durmiente que jamás cesaba de operar. Incluso, la investigación fisiológica de la naturaleza del dormir ha descubierto grandes coincidencias con su obra. Un ejemplo de ello sería el papel que juegan los restos diurnos en el contenido del sueño y que ha podido ser demostrado experimentalmente en base a los patrones de excitación cerebral que acompañan a las experiencias en el estado de vigilia, y que acaban reactivándose parcialmente durante el sueño. Quizás "el camino real hacia el inconsciente" como este llamaba a los sueños, no sea nada más que un simple proceso de ironización de la vida consciente, como pensaba Novalis, que nos libera de la tentación de tomar la vida demasiado en serio. Y en eso consiste la función de la arquitectura onírica: en crear espacios de ensueño, en donde la ilusión devenga el máximo exponente de representación.


